Esperando al Centella |
El
Escorial, 28 de octubre de 2012, parking de la ermita (siempre hay una ermita)…
Hora: 8:30 de la mañana, pero las 8:30 de la hora nueva, no de la vieja, que a
las 2 son las 3, ¿o a las 3 las 2? Claro, porque amanece antes… que no, que
anochece después… Al final en el parking, sí, no en el embarcadero… Agus, en indudable
augurio de lo que vendría después sentencia en el hilo de correos pre-quedada: “Chule,
casi mejor que envíes el punto de encuentro de esa Ermita, que yo me
pierdo seguro”.
Con
esas, mi primo el ingeniero y yo abrimos el parking y llegamos con bastante
tiempo a la cita, con bastante tiempo de minutos y tiempo de frío de cojones
también. Marcaban 3 grados, pero mi sensación térmica era de -27. Edu, Juanjo, Javi Rivas junto con su hijo Jaime,
Miguel (que reaparecía tras lesionarse la mano), Luis (que vino con su amigo Felipe)
van sumándose al grupo y preparando las máquinas para la ruta: un poquito de
presión en la rueda de adelante, un poco de aceite en la horquilla, en la tija
pija (el que lleve, que siempre hubo clases.). Yo particularmente deseoso de
salir a rodar con el maquinón (soy neófito, joer, tengo derecho a fliparme) que
Camicace me consiguió la semana anterior (mil gracias, Jorge)… A ver, nos
numeramos: 1, 2, 3… Falta Agus… Suena un móvil… Carcajada general… Incredulidad…
Coincidiendo con una ciclomarcha organizada que estaba a punto de empezar,
Centella decide meterse en la boca del lobo, pasando olímpicamente del punto
previsto de salida, y se encierra en el dispositivo de seguridad de la carrera,
quedando atrapado irremediablemente en las fauces de la organización: “Nah, que
no puedo salir… Esperadme que ahora voy”. Finalmente, y tras titánicos
esfuerzos de orientación, aparece el extraviado cagándose en el bendito GPS, en
San Lorenzo y en su parrilla… Ya estamos todos. Podemos empezar.
El
campo estaba precioso, había llovido un poco durante la semana, y agradecido
mostraba verde por todos lados. Con ese panorama empezamos a rodar entre pinos
altísimos (ahora serán chopos, pero me la juego), para coger después un tramo
divertido de camino de tierra, con saltos y cucamonas varias. El terreno está
genial, a pesar del agua, no vemos barro en casi ningún sitio. El sol empieza a
calentar un poco en un cielo raso. Vamos charlando, comentando a un ritmo suave
y tranquilo. Cruzamos algunas fincas (el último que cierre), alguna carretera,
y llegamos a un sendero muy de enduro (yeah, baby!). Luis y Chule (SPZ team) empiezan
a sacudirle mientras los demás con la lengua fuera tratamos de seguirles. Muy
divertido el tramito, con Javi Rivas dándolo todo en cada curva y derrape. Al
final de la senda, parada, hidratación, micciones varias, y curso acelerado de
recoger setas de Chule a Luis, que confundía un pedrolo con una amanita
muscaria.
Reagrupados
salimos en dirección de la ermita (cómo no) de Valmayor [Cuñita: Compre Quesos la Ermita de
Caracenilla, copón ya]… Rompepiernas… El compás del grupo, acompañado por el
tintineo de los euskociclos y crujidos de las Lamerdes, lo marcan cómo no las Specialized,
con una suavidad y cadencia inigualables ;)… Qué va, qué va… Jaime, con una
Otero rígida, empieza a tirar como un animal y nos pone en fila de a uno,
quitándonos la tontería y el pijoterismo a base de bien… Su padre apenas
alcanza a seguirle para que frene un poco porque nos lleva con medio pulmón
fuera. Lo consigue a los pies del pantano, donde de nuevo nos reagrupamos. Rodamos
entonces unas senditas muy estrechas bordeándolo, rodeados por jaras y
flanqueados por árboles. Yo, tratando de seguir a Luis, decido sacudirle con
mis nudillos a un tronco, que incauto se me cruzó en la trazada… Tramo
divertido y rápido hasta la subida final de ermita. Allí paramos, barrita,
hidratación, estiramientos, ventosidades y demás funciones corporales.
Seguimos
entonces un perfil ascendente bastante arenoso en algunos tramos y con pedrolos
importantes en otros. Juanjo, el Maestro, que hasta entonces se había ido resguardando en
posiciones traseras, empieza a tirar encendido por el Red Bull que minutos
antes se había apretado. Su ritmo resacoso deja paso a un pedaleo potente que
siembra de VTPC’s al grupeto perseguidor. Nos cruzamos con bastantes ciclistas,
muchos buenos días (la educación es lo primero), pasa tú primero… faltaría más…
solo después de ti… por favor, insisto… que se me piran los compis, copón!!
Empezamos
a ver a la derecha las preciosas dehesas, muchas de ellas con toros bravos, y
finalmente paramos a la falda de un mirador (casa del Sordo), pegado a la silla
de Felipe II. ¿subimos? Venga, pa’ arriba… Un repechito y llegamos. Unas vistas
preciosas de toda la zona de Guadarrama, con los jardines de El Escorial a los
pies del Monasterio, y el monte Abantos coronando (otro día toca…). Foticos de
turno, alguna jamelga escandinava semi-perdida, traguico de agua y pa’ abajo, último
tramo hasta los coches… Los valientes por la trialera, y los cautos (ejem) por
carretera… Como siempre, Luis y Chule marcan la bajada. Con dos brincos ya les
hemos perdido. Yo intento probar mi nueva burra y la verdad es que es entonces
cuando veo de lo que es capaz… Aunque Felipe, con una Trek rígida hace
exactamente lo mismo, e incluso me pide paso… Otra cura de humildad, vaya
paquetón que soy… Después de algunos saltitos majos, algún frenazo en seco ante el vacío,
sorteamos el tronco puesto a mala hos… en medio de la senda, y ya estamos en el
parking.
Con la
ruta completada y el deber cumplido, nos homenajeamos con las merecidas viandas
en una mesa a la sombra: queso, chorizo, empanada, salchichón, cervecitas… Se
jodió el régimen… El sudor frío y el relente nos empujan hacia el solecito, y
allí apuramos nuestras latas esperando a Agus, que cómo no, estaba enfrascado
en la recuperación de su fragoneta. Maldito GPS, maldita organización… Repartidos
los quesos, repartidas las despedidas, se fija la fecha del 18-N para hacer la
ruta del castañar del Tiemblo, aunque seguramente muchos nos veamos antes. Pues
eso, que cómo lo pasemos, y cuánto intrusismo.
Jelete