Ruta de “LOS MANATIALES” Belmonte de Tajo
Vaya
madrugón que nos pegamos... Allí estábamos todos a la hora prevista con
tiempo suficiente para la recepción de dorsales y comenzar la Marcha a
las nueve. Unos aparecieron en el cementerio, otros en la calle de al
lado, otros en medio de la plaza, otros desayunando en la gasolinera,
otros ni aparecieron. Desorganización generalizada en el punto de
encuentro, pero con los móviles al final nos encontramos todos.
Jantonio, Chule, Javi (Rivas), Agus, Edu, Miguel y Juanjo, los
presentes, Jorge y Angel, los ausentes. Jantonio se trajo además, una
cuadrilla de apoyo, unos compañeros del curro, de esos que andan bien y
suben mejor, de esos que suben Alcalá de Henares y sus alrededores sin
despeinarse.
Rápidamente
decidimos la estrategia a seguir para que nuestros flamantes maillots
se dejasen ver por todas partes. Delante lanzamos a Jantonio para
intimidar a los de cabeza. No le volvimos a ver el pelo en toda la
mañana. Entre medias Javi (Rivas) por si desfallecía Jantonio. Breve
encuentro con él en el avituallamiento. Y detrás el resto al tran-tran,
que el perfil de la Marcha no permitía excesivas florituras, dientes de
sierra continuos, más parribas que pabajos. Chule expectante: si nos
putean parriba a ver que nos han preparado pabajo, que aderece la ruta y
nos llevemos un buen regusto.
El
sueño era atroz. Tan atroz, que no me permitía sentir el frio que
hacía. Lentamente fui despertando y la sensación de sueño fue cambiando a
frio, pero frio, frio. Frio de invierno cerrao. El cielo, que no
presentaba excesiva nubosidad en Madrid cuando salíamos, se fue cerrando
según íbamos llegando a Belmonte. Los primeros copos de nieve nos
sorprendían en la línea de salida. Inaudito...
Comenzaron
las primeras rampas hacia arriba y los primeros atascos hacia abajo.
Una simple pendiente de no más de quince metros, hacia arriba o hacia
abajo, es igual, daba lugar a que todos los participantes se bajaran de
sus bicicletas, para incredulidad de los aguerridos JOTAS que solo
tenían que echar el pié al suelo para no pasar por encima de algún
biker. Cuidado, cuidado, gritaban a nuestro paso, que vas muy fuerte,
frena, muchacho. Te van a faltar metros pa frenar, le decían a Jesús, a
lo que el respondia que me sobran, que me sobran. Esto nos hacía darnos
cuenta de que aunque no subamos o no bajemos como nuestros mejores
JOTAS, al final, no somos tan malos. Seguía nevando. Flojito, pero
nevando.
El caso es que íbamos bien. Las subidas eran muchas, las trialeras inexistentes, nuestro ego por las nubes, con mucha confianza, muy sueltos y cuando esto sucede el mantecao que te metes, suele ser importante. Y así fue. Una bajada a to trapo, terminaba en un par de mini toboganes y como nada hacía prever su presencia allí, dada la escasa dificultad del trazado hasta entonces, me pillaron por sorpresa. Pero los sorteé con habilidad.
Entonces iba yo pensando lo bien que lo había hecho, lo bueno que era y en una zona húmeda, con hierba abundante muy machacada ya por la Marcha, pero sin dificultad ninguna, la maquina me patina, pierdo el control y me llevo un revolcón importante. No ha pasado nada, yo estoy bien, no me duele nada, sin rasguños, la bicicleta perfecta, sin novedad. El susto nada más. Una caída tonta. Llegamos al avituallamiento, donde paramos a tomar unos plátanos. La nieve persistía cayendo, y comprobé que había partido el casco. Al final no fue tan tonta, no. EL CASCO ES FUNDA MENTAL.
El caso es que íbamos bien. Las subidas eran muchas, las trialeras inexistentes, nuestro ego por las nubes, con mucha confianza, muy sueltos y cuando esto sucede el mantecao que te metes, suele ser importante. Y así fue. Una bajada a to trapo, terminaba en un par de mini toboganes y como nada hacía prever su presencia allí, dada la escasa dificultad del trazado hasta entonces, me pillaron por sorpresa. Pero los sorteé con habilidad.
Entonces iba yo pensando lo bien que lo había hecho, lo bueno que era y en una zona húmeda, con hierba abundante muy machacada ya por la Marcha, pero sin dificultad ninguna, la maquina me patina, pierdo el control y me llevo un revolcón importante. No ha pasado nada, yo estoy bien, no me duele nada, sin rasguños, la bicicleta perfecta, sin novedad. El susto nada más. Una caída tonta. Llegamos al avituallamiento, donde paramos a tomar unos plátanos. La nieve persistía cayendo, y comprobé que había partido el casco. Al final no fue tan tonta, no. EL CASCO ES FUNDA MENTAL.
Continuamos
la segunda parte de la Marcha, con la misma tónica. Mucha subida
ingrata y poca bajada “noble”, donde también Miguel se decide a probar
el suelo en una curva. Este sin consecuencias, únicamente en el orgullo
que queda herido como siempre que caes.
Más
adelante, en una bajada pedregosa, Chule me pasa como una exhalación.
Después Agus me increpa para que suelte el freno, que le estoy
reteniendo dice. Ya no volví a oírle más. Hasta que abajo, me dice que
se ha caído por mi culpa, por ir despacio, cuando lo que me tenía que
haber dado son las gracias porque si no se habría pegado un guantazo de
padre y muy señor mío.
Ya
estábamos hasta las narices de subir. Además la nieve dio paso a la
lluvia a diez kilómetros de la llegada. Jantonio debía estar ya tomando
cerveza, o le quedaba muy poco. Tres costarrones infernales nos daban la
bienvenida a Belmonte. Llegamos bastante tocados todos, con los
cuádriceps reventados. Una cerveza rápida, durante el sorteo de regalos
pasado por agua, donde al Chule le cayeron unas botellas de vino y poco
más que contar de un día desapacible como si fuese un día del mes de
enero.
Mencionar
que, por fin, hemos hecho una carrerita de estas en grupo y la
experiencia es bastante más llevadera que la soledad que habrán padecido
Jantonio y Javi (Rivas) cada uno por su lado, seguro. Esa soledad que
he padecido en todas y cada una de las que nos hemos presentado que es
un verdadero coñazo. Cuando te faltan fuerzas ahí están todos... tan
jodidos como tú. Es gratificante, ja,ja,jaaaa
el Maestro.